30 de noviembre de 2007

AVENTURAS Y DESVENTURAS DE DOS ATEOS EN VALENCIA


VALENCIA. EL RELATO

Paco Miñarro,
Federación Internacional de Ateos (FIdA)

29.11.07

16:30 h.

El compañero Miguel y yo nos plantamos ante la puerta del Arzobispado. Hay dos vehículos oficiales aparcados, y una furgoneta de Barrachina (cattering a domicilio, bastante casposo). Siete u ocho curiales muy sonrientes, con el pelo cano, animan el escenario. Una lechera de la policía nacional permanece estacionada a pocos metros. Nos sentamos bajo la estatua de un arzobispo de extraña y sospechosa postura, que da la espalda a una plazoleta arbolada.

16:40 h.

Un fotógrafo deambula frente a nosotros, con signos de aburrimiento. Es evidente que espera algún tipo de espectáculo. Se aproxima a la estatua clerical y se presenta. Es del diario Levante, y nos pregunta por lo del Manifiesto. Le estrechamos la mano. Y cruzamos algunas palabras sobre las dificultades de los apóstatas y contra la mafia clerical y el puñetero concordato franquista.

16:45 h.

Los clergymen de la puerta se han deslizado hacia el interior del edificio. Las puertas están generosamente abiertas. Agarro un manifiesto y compruebo que llevo el rollo de celo invisible en el bolsillo del abrigo. Allá voy. Tres pasos dentro del vestíbulo accionan de inmediato el resorte de una suerte de bedel trajeado y con cara de pocos amigos. Muy, muy colorada, por cierto. Una ostensible joroba realza la elegancia del portero, que no alcanza los setenta años ni el metro y medio de estatura.

-"¿Dónde van ustedes?"
-"Buenas tardes. Quisiéramos colgar este panfleto en la pared. Va dirigido al señor cardenal. Hace unos días le enviamos un escrito, del cual queremos nos dé una respuesta".
- "Ah, no, de eso nada. Aquí está prohibido poner carteles. Cuélguenlo ahí fuera, en la calle".
- Muy bien, pues muchas gracias. Ahora mismo lo fijamos en la fachada de ladrillo".

Mientras adhiero el A3 en la pared exterior, oigo a mis espaldas un portazo. El catolicísimo empleado ha cerrado ambas hojas, temiendo algún asomo de violencia callejera, pero no transcurren ni dos segundos para que una de ellas se entreabra y deje ver el atento ojo del polifemo. Otro portazo al girarme. Aprovecho el momento para fijar un segundo manifiesto en esas puertas de madera tan noble, pero tras cortar dos o tres tiras de scott surge de las tinieblas el hijo de Poseidón y, en un arrebato de furia, agarra el papel, lo arruga con muy mala leche y lo tira al suelo. Otro portazo. El fotógrafo hace su trabajo, y el compañero Miguel graba la escena en vídeo. Mientras tanto, la veintena de manifiestos que descansaba bajo el arzobispo de piedra va menguando. Paseantes desocupados y señoras con perrito han descubierto su presencia y los secuestran como atractiva propaganda de rebajas. Al menos, cuando nos damos cuenta, todavía quedan cuatro.

17:00 h.

Nos dirigimos hacia la catedral. Aparece una compañera de las que tampoco creen en dioses, y se lamenta de haber llegado tarde. Vale, tampoco habíamos convocado una manifestación, ¿no?

Las puertas están cerradas, y unos cuantos municipales vigilan las esquinas, pateando la estrecha calle del Micalet de un lado para otro. También hay gente de paseo, no poca. Y dos o tres punkis mirando el cielo. Docenas de palomas ejecutan ritos nupciales. Me aproximo con otro cartelito a la restaurada Puerta de los Apóstoles. Los relieves y las cabezas de clavos no permiten fijación alguna, pero el dintel presenta una superficie adecuada. Ahí lo pego. Dos golpecitos a mi espalda. Cuatro policías con gafas de espejo.

- "Buenas tardes, caballero. ¿Qué está Vd. haciendo?"
- "Buenas tardes, señores. Como pueden ver, colgando aquí un cartel para que el obispo se dé por enterado de nuestra exigencia de excomunión".
- "Pero, hombre, eso no puede ponerse ahí, toda esta fachada es un monumento protegido. Quite eso inmediatamente".
- "Ande, no sea usted así, que un simple celo que no va a afectar a los sillares".
- "Sea lo que sea, aquí está prohibido fijar carteles. Llévese el papel ese y no se busque problemas".
- "Vale, vale. Y, ¿ahí enfrente lo puedo colocar?"
- "Mire, toda la plaza está protegida. Mejor será que se olvide y no busque complicaciones".
- "Buenas tardes, entonces".

Y, con sumo cuidado, retiro el manifiesto herético de bajo los pies de Santiago el Menor y lo enrollo. La compañera atea ha desaparecido bajo tierra. No volvemos a verla.

17:05 h.

A escasos metros está la basílica de la "Virgen de los desamparados", conocida como “la geperudeta”. Algunos todavía recordarán al viejo Alois, cuando el año pasado se encomendó a ella con perfecto acento de alemán de Baviera: “la-che-pe-rhu-dee-ta”. Los palomos prosiguen imperturbables su acoso sexual. Me adentro en el edificio barroco y veo un tablón de anuncios, con el horario de las misas, propaganda variada de la moderna “autofinanciación” de la santa Madre y algunas súplicas de solidaridad para con los negritos hambrientos del África misteriosa. Coloco el mismo manifiesto, que ya tenía los pedacitos de celo adheridos. Salgo fuera. Entran fieles. Miran el papel, sin notar nada extraño. En rojos caracteres latinos se lee: "Actus formalis defectionis ab Ecclesia catholica". El logo de FIdA preside la parte superior. Ni caso, el vulgo entiende poco de latines. Aguardamos alguna reacción, pero el espíritu santo parece ocultar esta evidente blasfemia a las miradas pías de sus adictos. Nos vamos. También el fotógrafo, deseándonos suerte. Se lleva su panfleto, ya que, según nos dice, los periodistas son demasiado vagos como para bajárselo de internet. Es el momento de acudir a las oficinas anexas del obispado, para que nos sellen el escrito dirigido al flamante cardenal García-Gascó.

17:15 h.

Atravesamos de nuevo los dominios de Polifemo. Esta vez hay dos policías esperándonos. Les han llamado por teléfono, asegurándoles que tres individuos andaban buscando gresca y que han tratado de pegar un cartel en el sacrosanto palacio del obispo. Les explicamos, con una sonrisa, que nuestra intención era esa, sí, pero que tras la advertencia del hombrecito acatamos su consejo de colgar en la fachada el papelote, sin más. Naturalmente, del Actus Formalis no quedaba rastro alguno. Nos piden la documentación. Preguntamos si acaso se nos ha denunciado.

- "No, no, tan sólo nos han avisado de que había un problema".
- "Bueno, tanto como un problema... Estamos realizando una acción de protesta, sí, pero dado que vivimos en un Estado laico, nos parece sumamente inocente el colocar un papel en la fachada de la residencia arzobispal. Tan sólo deseamos una simple respuesta de la Iglesia, ya que les dirigimos días atrás este mismo escrito y aún no nos han contestado. Vamos a realizar esta misma iniciativa en varias ciudades".
- "Sí, claro, tiene usted razón, estamos en un Estado laico, pero tengan en cuenta que meterse aquí con un documento que va contra ellos, pues... vamos, que todo tiene sus límites, ¿no?"
- "Por supuesto. Sin embargo, no hemos pretendido abusar de nadie. Se nos aconsejó que colgáramos el escrito en la fachada, que dentro no se podía, lo cual hicimos sin apenas rechistar ni oponer quejas".
- "Saquen sus carnés de identidad, por favor".
- "Sí señor. Aquí los tiene".

Apuntan cuidadosamente nuestros datos en su libretilla. Nos confirman que, en caso de que se presentara una denuncia, se pondrían en contacto con nosotros. Le digo que yo vivo en el campo y que ningún cartero ha acercado jamás la nariz por la esquina de mi casa. Les da lo mismo. Nos preguntan por el tercer individuo.

-"Ah, era un periodista, pero ya se fue".

Nos despiden amablemente. Avanzamos hacia la oficina del registro, a dos manzanas de allí.

17:30 h.

Las puertas están abiertas esta vez. Hay un empleado de pie, con gafas y un jersey a rayas de colores. A su derecha, una ventanilla. Junto a ella, dos puertas de cristal. Detrás, un caballete bien grande con anuncios y fotografías y estampas de santos.

- "Está cerrado", nos dice.
- "Vaya, pues queríamos entregar esta carta para el obispo".
- "Es que aquí solo abrimos al público por las mañanas, de diez y media a una".
- "Coño, qué horario más chulo. ¿Podemos darte a ti el sobre y se lo entregas mañana a la Secretaria del Secretario del Obispo?".
- "Mira, yo puedo hacerlo, pero no te aseguro que le llegue".
- "No importa. Dile por favor que queremos una respuesta".
- "A ver si me van a despedir..."
- "Hombre, tampoco será para tanto. Queremos que nos excomulguen, y eso es gratis".
- "No, si yo lo que quiero es que me despidan. Para la mierda que me pagan..."
- "Oye, ¿puedo poner este Actus Formalis en aquel tablón?" (señalo hacia adentro).
- "Yo no he visto nada, ¿eh?"
- "De acuerdo, yo paso, lo clavo ahí con cuatro chinchetas y nos vamos".
- "Bueno, pero va a durar poco ahí".
- "Ya, es igual".

Casi le damos un abrazo. Le deseamos suerte, nos hace un gesto muy romano, con el pulgar hacia arriba, y emprendemos camino hacia el barrio del Carmen. Dos cafés para comprobar las tomas grabadas. Dos más, para reír un rato. Todo bien, mañana o pasado las colgaremos del Youtube.

18:15 h.

Qué sencillo ha sido todo। El alto clero no se habrá enterado, pero el doméstico Polifemo quizá no duerma del todo tranquilo esta noche. La herejía se ha desencadenado ya. La oscuridad cubre las aceras. Los palomos defecan en la plaza, posiblemente tras haber consumado actos impuros. Casi todo es sexo salvaje en esta ciudad, ahora tan cardenalicia, sin embargo. Incluso parece olerse a esa hora la Formalis Defectionis que reivindicamos. El viernes enviaremos a Ratzinger una versión en alemán. Puede que, así, nos condenen pronto a la hoguera.


3 comentarios:

RGAlmazán dijo...

Enhorabuena por vuestra acción. Pensar que dos simples ateos en misión de crítica pacífica han sido capaces de poner nervioso a Polifemo, al clero, dos veces a la policía y...

No se puede pedir más. Un primer paso bien dado.

Salud, República y Estado laico.

Maripuchi dijo...

jaja me has tenido in albis hasta el final, Sade...
Lo que hay que hacer... manda huevos...

Anónimo dijo...

jajaja! Sois los mejores! Voy a buscar el video en youtube..
Un abrazo de una valenciana en proceso de apostasía..