30 de agosto de 2007

GRACIAS MAYTE MARTÍNEZ


Hoy, el diario deportivo Marca, publica una entrevista con Mayte Martínez, atleta española medalla de bronce en la final de 800 metros en los Mundiales de Osaka (Japón).

Pregunta: ¿Qué capricho se dará con los 20000 dólares con que la IAAF premiará su medalla de bronce?
Respuesta: Quizás una vacaciones. No sé si en La Palma o en Nueva York. Pero gran parte del dinero lo destinaré a ONGs, a una de animales, a otra de niños, y a Médicos Sin Fronteras. Hice la promesa antes de viajar a Osaka y la cumpliré.

Pregunta: ¿De qué está en contra?
Respuesta: De la fiesta de los toros. El 9 de septiembre corro en Rieti y me da rabia perderme la manifestación contra el Toro de la Vega. Ya estuve el año pasado con Daisy Antonio (atleta de 400 metros) para protestar contra esa salvajada. A veces, el animal tarda dos horas en morir. Es triste y da pena comprobar cómo esa gente no tiene otra forma de entretenerse.

Pregunta: ¿Hasta que punto odia la fiesta?
Respuesta: Hasta el de no coger una bandera de España si lleva el toro. Cuando me la dieron en el estadio, la miré, si la hubiese llevado hubiera dado una minivuelta de honor sin bandera.
Una gran atleta y una gran persona.

29 de agosto de 2007

CAMPEONATO DE ESPAÑA DE TRAINERAS: CONFLICTO POR UNA BANDERA







Durante mis vacaciones en Santander, tuve la oportunidad de presenciar el Campeonato de España de traineras. Debo reconocer que es un deporte que siempre me ha gustado. Para el que no conozco este "mundillo", os diré que a lo largo de los meses de verano (julio, agosto y septiembre) se celebra la denominada Liga ACT (Asociación de clubes de traineras). Esta competición es sin duda la más importante del remo de banco fijo, y en ella participan éste año embarcaciones de Cantabria, País Vasco y Galicia.



Además de esta Liga, todos los veranos se celebra el Campeonato de España. A él acuden los barcos que han quedado campeones en sus competiciones regionales, y los segundos clasificados en las mismas (Cantabria, Galicia, País Vasco y Asturias). El premio, además del dinero en metálico, es la bandera de España. Es tradición la entrega de una bandera como premio en cualquier competición de traineras que se precie de tal. Es tradición, también, que una vez ganada la regata, los remeros de la embarcación triunfadora se pasen la bandera unos a otros y la agiten en el aire. Posteriormente la deben colocar en la popa de su trainera y dar un paseo por la mar, por delante de los aficionados, a los que en un momento determinado saludan levantando sus remos.
El conflicto surgió hace algunos años (cuatro o quizás más), cuando las traineras vascas se negaron a acudir al Campeonato de España. La razón era obvia: no querían recibir como premio la bandera de España. Hubo negociaciones con la Federación Española de Remo para que en vez de la bandera constitucional, se entregara otra con otros colores. Lo cierto es que no hubo acuerdo y las embarcaciones vascas dejaron de acudir al Nacional.
La sorpresa se ha producido este año. Parece que la importante cuantía del premio ha hecho que los vascos hagan de nuevo su aparición en este importante acontecimiento del remo. Así ha sido y tres tripulaciones, Urdaibai, Orio y Hondarribia (Fuenterrabia), han remado en la localidad de Pedeña (Santander) el Campeonato de España. Las dos primeras, por derecho propio al ser primera y segunda en el regional vasco y la tercera invitada al no participar la trainera campeona de Asturias, Castropol.
Ganó la trainera que domina el remo este año, es decir Urdaibai. El morbo estaba servido. ¿Qué harían con la bandera? ¿La ondearían? ¿La colocarían en la popa de su trainera? Las fotos que ilustran ésta entrada al blog, despejaran vuestras dudas. Las tomé yo desde el balcón de una casa a escasos metros de donde se celebró la regata.
Para empezar, tres remeros de Urdaibai, no acudieron a la tribuna a recibir los premios, que eran las medallas de oro y la bandera, y se quedaron en el barco. De los que acudieron a la tribuna tan sólo algunos decidieron cumplir con la tradición y ondearla. Lo que pasó con la bandera, queda perfectamente ilustrado en las fotos. El premio "no deseado" fue enrollado y colocado en el suelo de la trainera, es decir, la tradición de colocarla en la popa del barco no se cumplió.
Fui testigo de los improperios que un grupo de aficionados, en especial los de Astillero (Cantabria), descargó sobre los remeros de Urdaibai, incluso oí algún "Viva España" y algún "Arriba España". El adjetivo más utilizado por los aficionados nombrados fue el de "cobardes" y la frase más oída la de "no teneís huevos para pasear la bandera".
Lo cierto es que no entiendo muy bien la actitud de los campeones de Urdaibai, que muy a pesar suyo son, al fin al cabo, Campeones de España. Una vez más, los estúpidos nacionalismos hacen su aparición en un deporte, sacrificado como el que más.
Ellos sabían perfectamente a que competición iban, cómo sabían cual es el protocolo que rodea al club vencedor, así que su comportamiento no merece más, por lo menos por mi parte, que la desaprobación.
Estoy seguro que el premio en metálico ya esta en la cuenta corriente del club de remo de Urdaibai, dinero que han recibido sin duda de la Federación Española de Remo.
A ver si nos aclaramos y nos dejamos de tonterías, por favor. Y ésto también vale para todos aquellos aficionados, muchos, que adornaron sus cuerpos con banderas de España (en el álbum se pueden ver fotos de todos estos confundidos), no sé a santo de qué. Sé que era el Campeonato de España, pero eso no es disculpa para hacer del deporte una provocación o una ostentación de ideas nacionalistas. Tan absurdos unos como los otros.
Si queréis ver más fotos de este bello espectáculo, al margen de absurdos enfrentamientos de banderas, aquí tenéis algunas (las primeras pertenecen a la trainera de Pedreña el día que se proclamó Campeón de Cantabria).








27 de agosto de 2007

VUELVO A LA CARGA











Ante el empecinamiento de nuestro gobierno de hacer de todos, los colores rojo y gualda, yo vuelvo a la carga...

26 de agosto de 2007

LA PRENSA CÁNTABRA EN LA GUERRA CIVIL




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LA PRENSA CÁNTABRA EN LA GUERRA CIVIL II

En mi visita a Santander me encontré con una exposición de recortes de periódico publicados en Cantabria durante la guerra civil. Muy próxima a ella, una feria de libros antiguos, en donde hice la foto del libro en cuya portada aparece la "jeta" del excelso dictador.



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UN PASEO POR SANTANDER I

Franco, todavía se materializa en forma de estatua en algunos lugares de nuestra geografía. Para muestra estas fotos tomadas en Santander. Curioso el contraste con los punkis que hacían botellón a los pies del monumento.



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UN PASEO POR SANTANDER II

Estas fotos, pertenecen a una "curiosa" tienda que me encontré una tarde paseando por Santander. Evidentemente no compré nada. Que cosas se encuentra uno por estos mundos del "señor". Amén hermanos.



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17 de agosto de 2007

YO NO TE OLVIDARÉ NUNCA, FACHA



A este trabajador infatigable, no se le ha ido la "pinza", cómo podríamos suponer por la edad. Siempre ha sido así, un cínico crónico. Aprovecho la publicación de un artículo de elplural.com, para dedicarle el título de esta nueva entrada. El estar de vacaciones, no impide que me indignen estas cosas.




La entrevista a Manuel Fraga que la periodista María Antonia Iglesias publicó el pasado domingo en el diario El País no ha dejado indiferente a nadie. El filosofo Emilio Lledó y el sociólogo José Vidal-Beneyto se han dirigido a las Cartas al director del rotativo para lamentar las palabras del ex ministro de Información y Turismo de Franco, en especial su arremetida contra la memoria histórica.
“La responsabilidad de la guerra civil fue de la II República”
Filósofos del prestigio de Emilio Lledó o José Vidal-Beneyto se han dirigido al diario El País para dejar clara su opinión en contra de las palabras de Manuel Fraga en el medio del Grupo Prisa el pasado domingo. El ex presidente de la Xunta Galega llegaba a afirmar, como respuesta a las preguntas de María Antonia Iglesias, que “la responsabilidad de la Guerra Civil fue de la II República”, o que la Memoria histórica es “un error muy grave” y un “disparate”, entre otras perlas.
"Cierta repugnancia"
"Estas palabras han producido al filósofo Emilio Lledó "una cierta repugnancia”, según afirma en una carta al director. En su opinión, igual que Fraga pontifica sobre la necesidad de olvidar, explica el filósofo, "uno podría pontificar, tal vez con más razón: Recordar, recordar".
"Fardar de matar ciervos"
“Uno acaba preguntándose si el fardar de matar ciervos y de que esa hazaña merezca medalla de oro, si el demonizar al prójimo, con una frivolidad y gravedad que, por desgracia, contagia a otros individuos propensos a este tipo de eliminaciones, si, tal como concluye la entrevista, todo ‘eso forma parte de mi sentido cristiano de las cosas’”, critica Lledó en su texto.
"No hay identidad sin memoria"
También el sociólogo y politólogo Vidal-Beneyto se ha unido a las críticas al ex presidente de la Xunta y asegura en otra carta enviada a El País que “no hay identidad sin memoria, y renunciar a la memoria democrática como pretenden los heredo-franquista, sería, mal que le pese al antiguo ministro de Franco, debilitar gravemente los principios y valores de la democracia española”.
"Martillo de herejes"
El sociólogo recuerda en su texto que durante el franquismo, Fraga actuó “como martillo de herejes, digo de los demócratas”, y repasa algunas de sus acciones, entre las que destaca “su comportamiento represor como director del Instituto de Estudios Políticos y su asentimiento entusiasta a la ejecución del dirigente comunista Julián Grimau”.
Otras actuaciones
Además añade otros méritos del político, como “la agresiva campaña por los 25 años de paz franquistas que él orquestó; su turbia intervención con ocasión de los acontecimientos de Montejurra, en los que fueron asesinados varios carlistas; su permanente hostigamiento a la democratización universitaria y su acción contra los intelectuales demócratas”.
Fraga y el revisionismo.
Al parecer, las ideas de Fraga, tan cercanas a las del revisionismo histórico, no son del agrado de muchos intelectuales que, al contrario que el ex presidente gallego, opinan que más que el olvido que él predica, hay que aplicar el recuerdo para no caer en el error de confundir , de “una manera interesada y falaz (…) las churras con las merinas”, como afirma Lledó.

3 de agosto de 2007

LA POCA VERGUENZA: ARTÍCULO DE J.L CEBRIÁN

El señor juez de instrucción del Juzgado número 40 de los de Madrid es un personaje siniestro, se comporta como el niño bonito de la judicatura y sus actos menoscaban el prestigio de la democracia, pero no demuestra padecer vergüenza alguna por ello. Estoy seguro de que el magistrado no se sentirá ofendido por estas expresiones, proferidas no con ánimo de injuriarle ni de calumniarle, pues al fin y al cabo ni siquiera se refieren de forma específica a él, y desde luego mucho menos a su persona, sino a una peculiar manera de ver las cosas por parte del sector de la judicatura en el que se incluye. El caso es que el señor juez de instrucción titular del Juzgado número 40 de Madrid, llamado De la Hoz aunque nada tenga que ver con el Martillo, acaba de dictar un auto en el que asevera que el uso de estos y otros peores vocablos, proferidos contra mí en su día, no constituyen nada delictivo. A su entender se trata sólo de términos duros, que pueden ser utilizados en un contexto de discrepancia o de debate. Como yo discrepo por completo del señor juez, opino que con su auto ha perdido el sentido del decoro. Hasta el punto de que, ya en pleno mes de julio y con lo que sabíamos a esas alturas del juicio del 11-M, se atrevió a afirmar que "la opinión pública y la clase política están divididas respecto a esta cuestión, sosteniéndose cuando menos dos versiones distintas", con lo que en su auto decide igualmente que es lícita la acusación que se me hizo de manipular pruebas en dicho proceso por terrorismo. Se trataría más bien de un recurso literario, viene a decir el magistrado. Por todo lo cual archivó hace días una querella interpuesta por mí en febrero contra un locutor de la radio episcopal, en cuyas ondas el octavo mandamiento y las enseñanzas del sermón de la montaña han quedado definitivamente abrogados.

Texto completo del auto
DOCUMENTO (DOC - 51Kb) - 03-08-2007. El País.
Mis abogados han recurrido ya la tropelía perpetrada por el señor De La Hoz Aunque No Del Martillo, por lo que me asaltaron dudas a la hora de publicar este artículo, no vaya a entenderse que pretendo dirimir con él un contencioso personal. Pero, siguiendo las instrucciones del auto en cuestión, me veo en la obligación cívica de hacerlo por mor de contribuir "a un mayor grado de deliberación y discusión política en un asunto del máximo interés y preocupación por parte de la ciudadanía": el funcionamiento de los tribunales de justicia españoles, institución que se resiste de muchas formas a asumir las consecuencias de la transición democrática, favoreciendo al tiempo el exotismo de algunos de sus integrantes, de cuyo nivel profesional y moral dan fe a diario las informaciones de los periódicos. Mis opiniones ahora expresadas no me abrirán quizá mejor sendero entre la jungla procesal, pero servirán para comprender por qué jueces de la encarnadura del señor De La Hoz Que No Del Martillo continúan atropellando con sus autos último modelo a no pocos ingenuos contribuyentes, todavía empeñados en manifestar su / nuestra fe en los tribunales de justicia, que en mi caso sigue impoluta pese a incidentes como éste.
La casualidad ha querido que el vehículo pesado con que el juzgador De La Hoz Aunque En Ningún Caso Del Martillo ha arrollado mi inocencia de ciudadano crédulo coincidiera en el tiempo con otras decisiones judiciales respecto al uso y abuso de la libertad de expresión. Todavía no se apagan los ecos de la polémica sobre el secuestro preventivo de la revista El Jueves, que ha logrado lanzar dicho semanario a universal fama, de modo que millones de internautas acceden a diario a la contemplación de la caricatura de nuestros príncipes, ridiculizados en el acto de procrear. Me dicen que el genio del marketing responsable inicialmente de tan exitosa campaña es un funcionario de la Casa Real cuyo exceso de celo no basta para suplir su ausencia de criterio. Solicitó el susodicho a la fiscalía que se pusiera en marcha, y las reacciones subsiguientes respondieron luego más al deseo de cada cual (fiscales, jueces y policías secuestradores) de salvar el pellejo de sus propias responsabilidades antes que al de proteger lo que ellos mismos han contribuido a perjudicar: la imagen de la Corona. No sé si ésta puede verse erosionada por ese tipo de chistes y dibujitos soeces pero sí, desde luego, por los sucesos posteriores a su difusión. Con ellos se ha dado la impresión abusiva de que la inviolabilidad que la Constitución reconoce al Rey no es sólo jurídica ni le atañe únicamente a él, sino que se extiende a toda su familia y debe abarcar también los ámbitos político y de opinión pública. Lo que ha servido para poner de relieve la doble vara de medir y la moral ambigua que impera en el sistema judicial a la hora de adoptar medidas contra los abusos cometidos en nombre de la libertad de expresión. Un artículo del señor Anasagasti, que todavía tiene pendiente el demostrar que trabaja él como legislador más horas de las que el monarca dedica a sus deberes, vino a complicar la cuestión: es obvio que el fiscal general y los jueces de la Audiencia se atreven con un caricaturista de a pie, pero no con un senador del reino. Con lo que podemos preguntarnos si en este país todos los ciudadanos son iguales ante la ley, pero algunos acaban siendo más iguales que otros.
Estas cuestiones giran a la postre en torno a un mismo argumento: los límites posibles al ejercicio de la libre expresión en una democracia. Nuestra Constitución dice de manera tajante que se prohíbe toda forma de censura previa, aunque tres líneas más abajo señala que el secuestro preventivo de publicaciones debe hacerse mediante mandato judicial. No conozco modalidad de censura previa más tajante y absoluta que un secuestro preventivo, por lo que los padres de la patria deberían reflexionar sobre este punto. Por otra parte, secuestrar una publicación o prohibir la exhibición de algo, en la era de la sociedad de la información, es más bien contribuir a su conocimiento masivo a través de las redes informáticas, de modo que secretarios de príncipes y fiscales de turno tendrían que pensarse dos veces las consecuencias de estos actos antes de incoarlos. Eso no quiere decir que la libertad de prensa, como cualquier otra, no deba estar sometida a reglas. Más de cuatro décadas de desempeño del periodismo, y cientos de procedimientos judiciales incoados contra mí en razón de dicha circunstancia, me permiten no tener ninguna mala conciencia por reconocer que ni siquiera el derecho a la libre expresión, con ser columna esencial del régimen democrático, puede ser ilimitado. Ningún derecho lo es y, en realidad, toda ley constituye antes que nada un freno a la libertad de cada uno, en defensa del disfrute de la libertad ajena. No es contra la limitación legal y democrática de ese derecho contra lo que es preciso protestar, sino contra la arbitrariedad y falta de simetría en la aplicación de las leyes, demasiadas veces utilizadas para proteger a los poderosos en perjuicio de los débiles.
La cuestión nos debería preocupar tanto más cuanto que desde hace años determinados medios, vinculados por lo común a la derecha política y al integrismo religioso, vienen atizando verbalmente la hoguera de la tensión, propiciando un ambiente irrespirable en nuestra vida política. Algunos portavoces parlamentarios han hecho suyo este estilo, jaleado desde determinados micrófonos y santificado desde muy elevados púlpitos. El resultado ha sido un empobrecimiento del diálogo intelectual, un enconamiento visible entre facciones o sectores de opinión no coincidentes, y una lamentable fractura de la convivencia ciudadana. La crispación que se ha adueñado de algunas tribunas, sólo ahora mitigada por las vacaciones veraniegas, sirvió de base para establecer la teoría de que nos hallamos ante una guerra de medios de comunicación, cuando en realidad lo que tenemos ante nuestros ojos es una lucha descarnada por el poder, dispuesta como parece la actual dirección del partido de la derecha a recuperarlo a cualquier precio. Pero no es verdad que todos los medios, todas las empresas, todos los periodistas, todos los comentaristas y todos los políticos utilicen las mismas armas. La suposición de una equidistancia entre métodos de uno y otro lado del espectro político o de opinión es absolutamente gratuita.
Lo es para mí, desde luego, pero no para el señor juez De La Hoz Y De Ningún Modo Del Martillo, lo que le viene estupendamente bien a los efectos de su comentada decisión. Ante la necesidad de explicar por qué considera adecuado que se empleen insultos y mentiras en la polémica periodística, el magistrado ha redactado un largo alegato en el que llama en su auxilio nada menos que a John Stuart Mill para argumentar su fallo. Estoy seguro de que no ha querido hacer una lectura sesgada ni incompleta del fundador del liberalismo político, pero el resultado objetivo no puede parecerme más sectario, amén de un poco cursi. Por si su ajetreada agenda le ha impedido un repaso sosegado de las obras de tan significado maestro, me parece oportuno traerle a colación algunos párrafos de su memorable ensayo sobre La Libertad: "El interés de la verdad y la justicia reclaman con urgencia el prohibir un lenguaje insultante; y si fuese posible escoger sería mucho más útil reprobar los ataques ofensivos contra las creencias libres que contra la religión del Estado", dice el autor, que antes había señalado que "el renacimiento de la religión que tanto se ensalza es siempre (al menos en los espíritus estrechos e incultos) el renacimiento del fanatismo", para concluir que "en cuanto a lo que se entiende comúnmente por discusión sin límite alguno, a saber, las invectivas, los sarcasmos, los ataques personales, etcétera, la denuncia de estos procedimientos sería mejor acogida si se sugiriese prohibirlos para siempre y por igual para ambas partes".
En su día decidí -lo mismo que hizo Jesús Polanco- querellarme contra un petimetre savonarola local que, desde la radio, incendia cada mañana con su intolerancia la convivencia española. No sólo pretendía yo reparar mi honor y el de mis colaboradores, sino comprobar también en qué medida la aplicación de las leyes podría resolver lo que el fanatismo y la ausencia de sentido común vienen provocando desde hace años en el debate público. Naturalmente estoy de acuerdo con quienes reclaman que las faltas o delitos de opinión se diriman por el código civil, y no el penal, pero no somos los periodistas quienes hacemos la ley ni quienes la administramos, y elegí la vía más ejemplarizante desde el punto de vista social. Pensaba y pienso, con Stuart Mill, que en una democracia los fanáticos tienen sus derechos, pero los actos que se derivan de su actitud no merecen igual trato que los que emanan de la prudencia. Me parece una falacia absoluta contraponer las injurias que desde algunos benditos micrófonos se profieren, con los comentarios libremente expresados por otros creadores de opinión, como si nos halláramos ante el empleo indiscriminado de parecidos arrebatos en la confrontación intelectual. Esta pretendida equidistancia o eclecticismo en el que el juez De La Hoz Sin Martillo se instala (en una actitud que ha tentado también a sectores progresistas, e incluso al Gobierno, quizá como una forma de pagar protección), evidencia un cinismo preocupante. El mismo que late en el abuso de lanzar al fiscal contra un caricaturista, más o menos maleducado pero también muy vulnerable, mientras se protegen judicialmente los desatinos de quienes ejercen la barbarie verbal en nombre de su peculiar y ultramontana idea de España. Pero quizá estoy equivocado, y gracias a la resolución del señor juez De La Hoz Aislada Del Martillo -salvo que sea el de machucar herejes- saldré de mi error. Aprenderé entonces que llamar bellaco a una persona, tratar de destruir su nombre o su reputación, perjudicar sus empresas y amedrentar su entorno, corresponde al universo de la deliberación política y no al de los comportamientos antisociales. Si al señor juez no le da vergüenza esto, a mí tampoco. En adelante, de acuerdo con la permisividad sancionada por el uso, podremos dedicarnos todos a utilizar términos duros contra los discrepantes y organizar un pimpampum como es debido. Eso sí, no crea nadie que su culo ha de infundir necesariamente más respeto que el de los príncipes, expuesto ya al sarcasmo público.