8 de mayo de 2007

MONSEÑOR SEBASTIÁN: DIGAME QUE DROGAS TOMA PARA NO PROBARLAS

Cuando ayer abrí el boletín digital de el plural.com y vi el titular, me dije: es imposible, están manipulando sus manifestaciones o dicho de otro modo, están sacando de contexto las declaraciones de Fernando Sebastián.
Pues no, no hay tergiversación, ni nada parecido, tal como lo cuentan ha sucedido.
El titular:
"El arzobispo de Pamplona, recomienda votar a la extrema derecha"
Me he leído la pastoral o cómo quiera que se llame este "ladrillo", y he decidido entresacar algunos párrafos que son deliciosamente apocalípticos. Tras un mea culpa, una autocrítica liviana (lo puse con "B", así que entono un "mea culpa", liviano por supuesto), un lloriqueo ensordecedor en el que parece que han vuelto a la época de las persecuciones, dice monseñor:

El rechazo aparece con fuerza en la IIª República. En aquellos años la Iglesia española fue una Iglesia acosada, maltratada, perseguida. (art. 26 y 27 de la Constitución). Conviene dejar claro que la Iglesia, tanto en España como desde Roma, intentó encontrar un “modus vivendi” con la República. Durante la Guerra civil, nuestra Iglesia, en la Zona republicana, fue una Iglesia perseguida, una Iglesia mártir. En la época franquista, la Iglesia pasa a ser positivamente favorecida, a la vez renacida y fortalecida, y también retenida, incomunicada, ensimismada. Poco a poco, desde dentro, va naciendo en la Iglesia española el deseo de redefinirse y resituarse en el conjunto de una sociedad que comienza a sentirse fuerte y quiere liberarse de los traumas y los sufrimientos de la guerra civil.
Se puede decir que el laicismo alcanza el poder y consigue su objetivo sobreponiéndose al dominio de los católicos, en la IIª República, liberal y revolucionaria a un tiempo. Tanto en el mundo intelectual como en el político, en aquel período, la Iglesia es considerada como una rémora que dificulta el progreso y la convivencia. La propaganda hace creer al pueblo llano cosas inverosímiles acerca de la malicia de curas y frailes. Las instituciones revolucionarias más radicales pretenden expresamente eliminarla físicamente. Hay abundantes testimonios de esta situación.

Esta creciente marginación de la Iglesia fue una de las causas profundas si no del levantamiento de julio del 36, sí de la reacción popular y de la dureza de la guerra civil. En la Zona republicana, por obra sobre todo de las instituciones revolucionarias, la Iglesia y los católicos sufren una dura persecución que pretende eliminar físicamente la existencia de la Iglesia como una condición indispensable para conseguir la revolución social y la democracia plena y definitiva. Después de estos trágicos años de la guerra civil, la mentalidad laicista queda de nuevo reprimida durante la larga época franquista. La Iglesia española acepta la situación como refugio de la dura persecución sufrida. Cree en las promesas de regeneracionismo. La Santa Sede cree menos. Pió XI no sacralizó la guerra. Nadie habló oficialmente de Cruzada. En el nuevo Estado franquista no hubo Nuncio hasta mayo de 1938.

Más recientemente, el laicismo vuelve a resurgir en los últimos años del franquismo y en los meses de la transición. Podríamos recordar muchos pronunciamientos, como p.e. el llamado “Documento rojo” del PSOE sobre la enseñanza. Después de un tiempo de tensiones y titubeos, la transición clarificada y aceptada como una operación de CONSENSO, significa un esfuerzo de reconciliación, con la voluntad de superar las tensiones e incomprensiones del pasado. En la fase preconstitucional se elaboran cinco líneas de pacto o de consenso: monarquía o república, capitalismo o socialismo, centralismo o autonomismo, continuidad o revolución, confesionalidad o laicismo. El articulo 16 de la Constitución es fruto de un pacto general.

Con el gobierno Zapatero han quedado cuestionados estos pactos constitucionales. Se considera que la transición estuvo demasiado condicionada por el franquismo. Por lo que a nosotros nos interesa, la aconfesionalidad descrita en el art. 16 se quiere interpretar en el sentido de un laicismo excluyente que no aparece en nuestra Constitución. Se pretende imponer el laicismo estricto como ideología dominante y excluyente. Da la impresión de que el equipo del Gobierno actúa como si la Transición hubiera estado demasiado condicionada por el franquismo, como si no hubiera sido un acto legítimo del pueblo soberano. La verdadera soberanía estaría mejor expresada en la Constitución del 31. Según esta mentalidad, en la actualidad tendríamos que empalmar con la legitimidad democrática de la IIª República saltándonos más de setenta años de historia. ¿Quiere esto decir que se quiere también volver al laicismo excluyente de los art. 26 y 27 de la Constitución republicana? Sería una decisión arbitraria muy peligrosa.

Directamente este proyecto puede no estar pensado contra la Iglesia. Quizás lo que se pretende directamente es cerrar el camino del poder a la derecha, con el fin de perpetuarse en el poder. De todos modos en lo que ahora se llama despectiva e injustamente, “extrema derecha”, aunque sea injusto y carente de lógica, queda también incluida la Iglesia, por la menos la Iglesia jerárquica, la Iglesia ortodoxa, da igual la de Juan Pablo II que la de Benedicto XVI. Solo se salvaría de esta exclusión la Iglesia “progresista” es decir, la Iglesia enfrentada con la jerarquía, los grupos cristianos más condescendientes con los gustos de la cultura secularista y agnóstica. Esto es lo que aparece en el Pacto del Tinell. Es el proyecto de formar una sociedad democrática sólo con la izquierda. Porque la derecha es franquista, es extrema derecha no democrática. La nueva mayoría obtenida por el PSOE mediante los acuerdos con la extrema izquierda y los nacionalistas radicales ha abierto la posibilidad de una política de cambio cultural que se parece mucho a una verdadera revolución cultural, en la cual uno de los cambios fundamentales sería la implantación del laicismo excluyente y la consecuente marginación no sólo de la Iglesia sino del cristianismo.

No es fácil describir la ideología vigente actualmente en el PSOE y en el equipo de Gobierno. Me inclino a pensar que es un laicismo romántico y radical que históricamente se elabora a partir del antifranquismo erigido como ideología. El contenido de esta ideología, en sus rasgos esenciales, sería algo parecido a esto: La República era democrática y justa, los sublevados fueron el mal absoluto, la destrucción del orden republicano y democrático. Nada de lo que nace del franquismo puede ser considerado políticamente válido. La transición democrática del 78 tampoco es aceptable. Se tendría que haber hecho borrón y cuenta nueva.
Si parece que este análisis es parcial o exagerado, basta con atenerse a los hechos: Pacto del Tinell, leyes de enseñanza, dificultades para la clase de religión, criterios sobre el aborto y sexualidad, disolución del concepto de matrimonio, divorcio exprés y sin razones, fecundación in vitro, clonación, manipulación de embriones, ideología de género, negación de la moral objetiva, encumbramiento de las instituciones políticas como fuente de moralidad, alianza con los grandes medios de comunicación, pacto con los partidos nacionalistas y de extrema izquierda, forma negociada de terminar con el terrorismo, exclusión del PP de la alternancia en el poder.
En realidad, lo que estamos viviendo no es un enfrentamiento político de más o menos hondura, no es un enfrentamiento entre derechas e izquierdas, sino que es un enfrentamiento mucho más radical entre una concepción religiosa y una concepción atea de la sociedad y de la vida. Lo que está en debate es la decisión a favor de una cultura deísta previamente existente o de una cultura innovadora integralmente y consecuentemente atea.

Después de este soberano repaso a nuestra historia más o menos reciente, este "cancerbero de la ortodoxia gonadal", centra su discurso en cómo los católicos, (pero sólo los apostólicos y romanos), pueden influir en la lucha fratricida que según él se está produciendo entre los rojos satánicos y los bienaventurados. Y les dice:

En primer lugar tendremos que reivindicar el derecho a presentarnos y actuar de acuerdo con la fe. No podemos renunciar a hacerlo. No podemos aceptar la pretendida separación e incomunicación entre vida privada y vida pública. Es una distinción inadecuada, confusa, engañosa.
El que cree se salva, el que no cree se pierde. Esta es una palabra del Señor que no podemos silenciar. Seguramente tendremos que explicarla pero no podemos ocultarla como si ya no fuera posible aceptarla ni tenerla en cuenta.
En los niveles culturales y con métodos apropiados y correctos, con capacidad y credibilidad profesional. En el campo de la antropología es preciso recuperar como convicción cultural y normal la condición verdadera de nuestro ser personal, como ser creatural, la situación real de nuestra libertad como libertad creada y condicionada por la verdad de lo real, la llamada a la inmortalidad, los fundamentos de la conciencia y de la ley moral, el concepto de justicia, el fundamento del respeto a la vida, la verdadera naturaleza del amor y la fidelidad, la idea de matrimonio y familia, el servicio a la vida, las exigencias de la libertad de enseñanza y educación, etc.
No puede decir vote a éste o a aquel, sino no votéis a quienes propugnen directamente acciones claramente inmorales (aborto, eutanasia, leyes antifamiliares). En todo caso, votad al menos malo, al que aparezca como más respetuoso con la ley natural.

Se dice con frecuencia que en política no cabe el reconocimiento de normas morales objetivas y vinculantes. Eso no es aceptable para un cristiano. Las actuaciones políticas son acciones humanas y cada uno tiene que actuar según su recta conciencia. La política no puede estar exenta del respeto a la ley natural que los hombres conocemos por el ejercicio de la razón, por el dictamen de la conciencia, por la experiencia histórica de cada cultura y de cada pueblo. Al decir esto no pretendemos imponer los elementos morales específicos del cristianismo, no queremos volver a un Estado confesional. La doctrina católica no está a favor de un Estado confesional, pero sí de un Estado moral, un Estado y unas instituciones políticas que tengan en cuenta las exigencias morales de la ley moral, tal como en cada sociedad es conocida y aceptada, como referencia moral anterior y superior a cualquier actividad y a cualquier decisión humana. La política no puede ser considerada como una actividad humana superior y anterior a las dimensiones morales de la mente y de la libertad del hombre. Cuando el hombre intenta organizarse políticamente, ya es un ser moral, ya tiene su conciencia moral en ejercicio.

El ejercicio de la autoridad es moralmente justo cuando está ordenado al bien común, y resulta injusto cuando se aparta de la ley natural o se orienta al bien particular de un grupo determinado con exclusión de los demás.

Si se ayuda a los ciudadanos para que tengan un gimnasio o puedan visitar un museo, ¿por qué no se les va a ayudar desde las instituciones públicas al servicio del bien común de todos, para que tengan también un templo que les permita practicar su religión?

En el ejercicio del voto lo que la Iglesia nos pide es que votemos responsablemente, valorando las repercusiones morales de nuestro voto en favor del bien común, por supuesto en los aspectos opinables de la vida social, en cuestiones de sanidad, economía, medios de comunicación, políticas de inmigración, o de alianzas exteriores, etc. Pero más todavía respecto de las instituciones o actividades que afectan más directamente a la vida de las personas, como la bioética, el tratamiento de embriones humanos, la protección del matrimonio y de la familia, la libertad en la enseñanza y educación de los hijos, el respeto a la Iglesia católica y a la religión en general, etc Esta valoración de los aspectos y consecuencias morales del voto es muy importante para el bien común de una sociedad y de sus componentes y requiere básicamente EL RESPETO A LA LEY NATURAL que es el contenido esencial de esa ley moral objetiva que fundamenta la cohesión espiritual de una sociedad en el respeto generalizado a la justicia.

El otro tema importante anunciado es la participación de los católicos en los partidos políticos no confesionales. Hoy en España hay algunos partidos políticos que quieren ser fieles a la doctrina social de la Iglesia en su totalidad, como p.e. Comunión Tradicionalista Católica, Alternativa Española, Tercio Católico de Acción Política, Falange Española de las JONS. Todos ellos son partidos poco tenidos en consideración. Tienen un valor testimonial que puede justificar un voto. No tienen muchas probabilidades de influir de manera efectiva en la vida política, aunque sí podrían llegar a entrar en alianzas importantes si consiguiesen el apoyo suficiente de los ciudadanos católicos. Por eso no pueden ser considerados como obligatorios pero sí son dignos de consideración y de apoyo. Los grandes partidos, los que rigen la vida social y política son todos ellos aconfesionales, algunos radicalmente laicos y claramente laicistas. En esta situación la doctrina de la Iglesia la podemos resumir así.
Lectura completa, aquí.

Y digo yo: ¿por qué tenemos los no creyentes que adecuar nuestra moral a la llamada Ley Natural? Ya podían haber elegido otro nombre. ¿Es este un principio inamobible en el tenemos que creer y sobre el que hacer crecer a nuestros hijos sin ni tan siquiera poder cuestionarlo? La define, además, como ley moral OBJETIVA. Que "santa" manía de creerse en poder de la verdad. Ahora resulta que los idearios morales son más importantes que los sociales. Es decir, que a la hora de votar, debemos plantearnos antes conceptos como la familia, la doctrina religiosa, la fe o la inmortalidad, que el bienestar social, la libertad, la vivienda o la sanidad. Que más da un sistema de enseñanza o de salud públicos, el derecho a una vivienda, el derecho a un trabajo digno, si lo realmente importante es ser temerosos de Dios.


1 comentario:

Anónimo dijo...

"Hoy en España hay algunos partidos políticos que quieren ser fieles a la doctrina social de la Iglesia en su totalidad, como p.e. Comunión Tradicionalista Católica, Alternativa Española, Tercio Católico de Acción Política, Falange Española de las JONS. Todos ellos son partidos poco tenidos en consideración. Tienen un valor testimonial que puede justificar un voto"(sic).

O sea, que aprte de no regirnos por la "ley natural" ¿...? tambien somos culpables de que estos partidos que defienden la moral, la família, la religión...esten, o mejor dicho, tengan la ecasa representación que tiene.
Ah!! claro aparte de acatar sus leyes morales, tenemos que votar a sus partidos morales tambien. Vamos, que mi libertad de voto se la pasan ellos por el arco del triunfo. Ha pensado este señor en la autocritica y en porque estos partidos tienen la escasa representación que tienen?


..."Esta creciente marginación de la Iglesia fue una de las causas profundas si no del levantamiento de julio del 36, sí de la reacción popular y de la dureza de la guerra civil"...

..."En la época franquista, la Iglesia pasa a ser positivamente favorecida, a la vez renacida y fortalecida, y también retenida, incomunicada, ensimismada"...

Bueno, con el levantamiento y posterior victoria de los "libertadores", se le devolvieron los privilegios a la iglesia. No se donde leí hace poco que, en el antiguo testamento se justificaba el "ojo por ojo".
Espero que a los sucesivos gobiernos progresistas (si es que los hay ) no les de por restar privilegios a la iglesia. No estoy en situación de aguantar un "lavantamiento en armas".
Mireusté.