Nosotros y nosotros
Xavier Mas de Xaxàs 29/01/2007 - 19:32 horas. La Vanguardia.
El terrorista Juan Ignacio de Juana Chaos se muere en prisión, decidido a seguir hasta el final una huelga de hambre que ha puesto de relieve el provincianismo, la vulgaridad y el pensamiento único que amordazan a gran parte de la sociedad española.Es grande la capacidad de ETA para sentar a los españoles en el diván del psicoanalista. La impericia de los dirigentes –gobiernen o no- y el sensacionalismo ideológico de una parte sustancial de los medios de comunicación contribuyen a esta habilidad del terrorismo independentista vasco.Que las señales de alarma sobre la integridad territorial del Estado suenen un día tras otro responde, sin embargo, a unas causas más profundas. Si miramos más allá de las posturas e imposturas políticas, encontramos una gran desorientación, una fuerte debilidad intelectual para determinar el contexto y las circunstancias que diseñan nuestra vida.El presente se mueve bajo nuestros pies a una velocidad que, muchas veces, es imposible de asumir. Y no me refiero sólo a los cambio sociales, sino, sobretodo, a la relación del hombre con el territorio que considera propio. En España, al igual que en tantos otros estados europeos, la ciudadanía está profundamente condicionada por su patria. Todo lo que se hace tiene una lectura patriótica. El "será bueno para Cataluña" es una frase que los catalanes venimos escuchando reiteradamente desde hace treinta años, aunque cada día tiene menos sentido. Es provinciana. Denota una incapacidad, propia de muchas naciones, para verse a sí mismas en el contexto amplio de un continente o, más aún, del mundo entero.España sufre una limitación similar. Lo descubrí hace unos días leyendo a Milan Kundera en las páginas del New Yorker. El escritor ponía el ejemplo de los polacos, a quienes la historia les ha enseñado el significado de la palabra existir. Dominados, alternativamente, por austrohúngaros, alemanes y soviéticos, han visto cómo hasta su lengua peligraba.España nunca ha pasado por esta experiencia. Nunca ha estado en la vía muerta de las naciones. Su lengua es de las más habladas. Su territorio, nunca ha sido invadido. La historia europea no se entendería sin sus escritores y pintores. La historia del mundo hubiera sido otra sin el apoyo de la reina Isabel a la empresa de Cristóbal Colón.Que desde este trato de favor que la historia a dado a España estemos donde estamos, es decir, temiendo el fin de nuestro país, es un sinsentido. Que la vulgaridad se haya adueñado de un sector representativo de los líderes de opinión y que el erial intelectual impida el florecimiento de otras formas de pensar es un lastre tan fuerte para el desarrollo social de España, que temo todavía muchos años de orgullos y complejos.Ahora todo se mide en función de su impacto social. Las encuestas dominan la toma de decisiones en la Moncloa y otros palacios del poder. Las audiencias deciden lo que hemos de ver. Las ventas determinan los libros que se publican. Y ahí está De Juana Chaos, un asesino, con 25 muertes a cuestas, protagonizando una huída romántica, heroica para muchos vascos, una huelga de hambre por el derecho a recuperar la libertad.Con este órdago De Juana Chaos, terrorista de ETA, encarcelado desde 1987, ha expuesto la debilidad de la democracia española para controlar la velocidad de la historia. Condenado a tres mil años de cárcel por sus crímenes, habría recuperado la libertad en agosto del año pasado gracias a su buena conducta en prisión. Sin embargo, unos artículos periodísticos a favor de la lucha armada, publicados en 2004, le valieron un nuevo proceso y una condena a doce años y medio. Esta condena no es firme. De Juana la tiene recurrida ante el Tribunal Supremo. La Audiencia Nacional, mientras tanto, ha decidido mantenerlo entre rejas con el argumento de que debe garantizar su vida. Los tres jueces que llevan su caso eran partidarios de enviarlo a casa con vigilancia policial. Magistrados de opinión distinta, sin embargo, lograron anular esta decisión, lo que ha extendido un manto de duda sobre la objetividad de la justicia. Está ingresado en el hospital 12 de Octubre de Madrid y, en contra de su voluntad, los médicos lo alimentan con una sonda. La huelga de hambre asegura que la mantendrá hasta que no sea liberado.La democracia exige un sistema judicial sano y el español no parece que lo esté. La democracia exige, asimismo, derrotar a los enemigos con argumentos. Vencer por la fuerza no demuestra la superioridad de la democracia o su legitimidad. Sólo demuestra la superioridad del poder político, económico, militar y tecnológico. Apelar al miedo de la ciudadanía para justificar el uso de la fuerza e imponer el silencio, es propio de una ideología mesiánica. Albert Camus, en los editoriales que escribió para Combat, la revista de la resistencia francesa, opinaba que actuar así equivalía a una forma antidemocrática de la democracia.La modestia, para Camus, era una fuerza principal de la democracia. El demócrata es aquel que admite que su rival puede tener razón, le deja hablar y toma en consideración sus argumentos. Cuando alguien está tan convencido de poseer la verdad que recurre a la violencia para defenderla, la democracia deja de existir. Así es como obran los terroristas, pero ¿y los demócratas? Los demócratas, siguiendo a Camus, deberíamos oponernos a las fuerzas que dividen el mundo entre buenos y malos, deberíamos rechazar la elección entre víctimas y verdugos. No somos ni lo uno ni lo otro. No podemos participar en la destrucción de nadie en nombre de ninguna ideología, la democracia incluida."No se puede castigar constantemente al culpable, ni siquiera cuando está acabado", sostiene el escritor Yuri Andrujovich, ciudadano de un país, Ucrania, que no ha existido casi nunca. Hacerlo es negarnos la vida.La cuestión de ETA nunca estuvo entre el ellos y el nosotros, sino entre el nosotros y el nosotros, es decir, entre la libertad, la justicia e, incluso, la caridad, entre la velocidad de la historia y la caducidad de las patrias, entre las ideas y los silencios
30 de enero de 2007
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